sábado, 2 de agosto de 2008

LA MONTAÑA AMARILLA

La Montaña Amarilla, (Huang, amarillo, Shan, montaña) no es amarilla de color, aun cuando en el otoño se pueden ver los ‘cobres’ y ‘dorados’ de las hojas de sus árboles, porque no sólo pinos encontrará el visitante. Es una de las cinco montañas sagradas de China (la más importante según los habitantes de ese país). La montaña amarilla (un importante ‘maciso’ montañoso) lleva el nombre de Huangshan, en memoria del mítico Emperador Amarillo: Huang Dí, quien habría nacido de la preñez de su madre con un rayo, después de veinte años de gestación y ‘hablando’. La explicación del guía, Sr. John, fue que el Gran Emperador Amarillo llegó a ese lugar y tuvo allí una experiencia notable: El Gran Emperador estaba empeñado en encontrar la longevidad y la salud perfecta. En sus recorridos él llegó a la Montaña, hoy denominada Amarilla por esta anécdota. Los médicos del Emperador encontraron allí hierbas silvestres y con ellas fabricaron siete píldoras que el Emperador tragó Con ello obtuvo lo que deseaba. Es lo que narra la leyenda. La zona de la Montaña Amarilla es famosa, asimismo, por el cultivo de las ‘rosas peonias’, la flor nacional de China. En el maciso de la Montaña Amarilla hay 70.000 (setenta mil) escalones en total. Escalones bastante parejos entre sí (a diferencia, por ejemplo, de los de la Gran Muralla), pero los de la Montaña son poco profundos y poco altos, cansan de otra manera, porque es fácil pisar en falso. Al respecto, una frase tradicional del lugar pone sobre aviso al visitante: “si caminas, no mires; si miras, no camines”. En tanto uno sube y baja, cuidadosamente, esas escaleras oye de pronto un llamado, una voz que pide camino, hay que hacerse a un lado, entonces. ¿Por qué? Porque viene uno de los tantos porteadores que llevan carga colgada en ambos extremos de una pértiga flexible: pueden llegar a conducir 100 kg por 7 horas y media diarias, por lo cual pueden lograr el equivalente de unos 8 dólares estadounidenses (56 remimbi al cambio de esos días-2006). Foto porteador: gentileza de María Elena Pérez Correa Foto porteador: gentileza de Juan Castillo Así son los contrastes: nos alojamos en un excelente hotel a 1236 metros de altura, sobre el nivel del mar. Llegamos a ese lugar por un increíble cable-carril, que sube literalmente colgado por encima de cumbres y nubes. Es cierto lo del ‘mar de nubes’, referido a lo que se percibe desde allí arriba, porque hay puntos de altura en que se puede ver una alfombra o mar de nubes debajo de nuestros pies, como cuando se ven las nubes desde un avión. Otra de las situaciones mágicas: la bruma matinal rodeándolo todo y despejándose momento a momento, pausadamente, con suave lentitud.

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