sábado, 24 de mayo de 2008

EL SEMINARIO DE KUNG FÚ


EL SEMINARIO DE KUNG FÚ
por Lucas Estrella



Choy lee fut es un abanico de infinitas secciones. Mientras avanza el tiempo, voy descubriendo más y más cosas que reconfirman la elección que hice del estilo y de los maestros que llevan en sus hombros el peso de su transmisión y desarrollo. A veces puede uno llegar a pensar que ya “conoce”, al menos en teoría, todo lo que alberga el estilo. Pero en cada seminario, en cada contacto con los maestros, va uno descubriendo como ese abanico puede aún desplegarse un poquito más. Y un poquito más. Y mostrarte otra faceta que se hallaba oculta a la mirada inicial.

El Gran Maestro Chen Yong Fa es un hombre de innumerables cualidades, albergadas bajo una humildad que habla de su maestría en el arte. No sólo posee el maestro Chen una técnica perfecta, sino que posee el conocimiento del fundamento de todos y cada uno de los movimientos que su cuerpo puede expresar. Verlo moverse es una fuente de inspiración y de asombro, porque cuando él ejecuta una forma de un animal, uno puede literalmente “ver” una serpiente, un leopardo o un dragón en movimiento.




Tengo pésima memoria y olvido rápidamente las rutinas que se enseñan en los seminarios. Mas bien, lo que atesoro en cada una de estas experiencias es una, dos o a lo más tres imágenes, sensaciones o conceptos que me nutren durante el año de trabajo que normalmente pasa entre un seminario y otro.

En el caso del reciente viaje a China, guardo como una enseñanza preciosa algo me servirá de brújula en mi entrenamiento. Cuando uno tiene un nivel básico o medio, normalmente llega hasta el nivel de “ejecutar” una forma, de manera más o menos adecuada. Viendo al maestro Chen moverse, entendí recién que uno puede “ser” la forma y encontrar el modo de expresarse por entero en ella. Deja entonces de ser una persona con un nombre, un apellido y una historia personal, para fundirse con el movimiento y plasmar en él todo lo que una rutina va relatando. Creo que es un nivel de maestría al cual pocos llegan, pero vale la pena intentarlo.

Otro concepto que recobró vida en este viaje es el sentido de “familia marcial”. Es mucho más que simplemente un grupo de personas disgregadas por el mundo que practican el mismo estilo. Una familia marcial implica una hermandad de base que permite llegar a un país extraño y sin embargo tener un código en común con el cual uno puede entenderse con gente de vidas y culturas heterogéneas. Implica una serie de reglas y códigos implícitos que deben respetarse y seguirse rigurosamente, gracias a los cuales un arte como el nuestro se ha mantenido vivo por tantas generaciones. Hablar de ellas abiertamente es restarles algo de la magia que contienen… y creo que es un proceso de búsqueda personal de cada practicante.

Como última reflexión…vaya mi gratitud para nuestros Maestros directos, Sifus Raúl Toutin y Marcel Toutin. Si no fuera por su trabajo cotidiano, por su sudor de lunes a domingo, ninguno de nosotros, sus discípulos, hubiera podido viajar ni menos aprovechar las enseñanzas del maestro Chen. El camino de la perfección consiste en llegar lejos en el arte, pero nuestros maestros han ido mucho más allá: nos han abierto las puertas a todos quienes deseamos acompañarlos. Eso es prueba de su maestría también.

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